Pautas para el recital de poesías y selección de poemas

POESÍAS

Biblioteca IES Sancti Petri

Este documento pretende ayudarte si has decidido participar en el recital de poesías de este curso.

Primero te damos unas pautas para que sepas cómo enfrentarte al recital y luego te dejamos una selección de poemas. No tienes por qué elegirlo de los que te ofrecemos, pero si alguno te gusta puedes reservarlo enviando tu nombre, título y autor del poema al mail de la Biblioteca: biblioteca@iessanctipetri.es

RECITAR UN POEMA

Lee poemas en la selección que te ofrecemos, en internet, busca en libros, pregunta a tu profesora de Lengua… Piensa que al recitarlo debes transmitir lo que dice con tu voz, así que debes sentir que te pertenece, que está en consonancia contigo. Será más fácil a la hora de recitarlo.

Hay muchos poemas y muchos poetas. Aquí te dejamos una selección con algunos. También puedes consultar en internet la obra de los clásicos: Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Lorca, Alberti, Mario Benedetti, Gloria Fuertes, Pablo Neruda, Bécquer, Alfonsina Storni, Ángel González… y también de poetas actuales como Defreds, Elvira Sastre, Marwan, Vanesa González,…

Luego sigue estas pautas:

1.   Conoce tu poema.

Lo primero que debes hacer es leerte el poema una y otra vez y entenderlo bien. Es importante que sepas qué quiere transmitir el autor del poema al escribirlo, qué sentimientos quiere plasmar con sus palabras, qué emociones evoca.

2. Apréndetelo.

Si lo que tienes que hacer es recitar el problema en un recital, quizá sea conveniente que te lo aprendas de memoria. No hay mayor secreto, simplemente hay que leérselo una y otra vez hasta memorizarlo.

3. ¡Que no cunda el pánico!

Cuando haya llegado el momento de recitar el poema, estate tranquilo.
Usa las manos para acompañar lo que quieres decir, hará que tu recital resulte mucho más creíble.

4. Vuélcate en tu poema.

No olvides que un poema, al fin y al cabo, es arte, es sentimiento, y eso es lo que tienes que transmitir. Créete lo que cuentas, vuélcate en lo que cuentas. Si estás leyendo un poema triste tienes que lograr que la audiencia se entristezca escuchándolo; si estás leyendo un poema alegre, tienes que lograr que la audiencia se alegre escuchándolo.

5. Usa las pausas.

Haz uso de las pausas en tu recital, pueden ser muy efectivas para llamar la atención del público. Si quieres llamar la atención sobre un verso en concreto, cállate antes de leerlo y mira fijamente a los ojos de tu público. Se fijarán mucho más en lo que dices. No te pares cuando termine cada verso, usa los signos de puntuación que tenga.

  • No te olvides de articular bien las palabras. Vocaliza, pronuncia de forma clara.
  • Elige también una música que acompañe tu texto, esto te inspirará.
  • Comienza diciendo tu nombre, el título del poema y su autor.
  • Grábate en horizontal.
  1. En estos enlaces podrás ver actores recitando poemas y te pueden ayudar a entender cómo hacerlo:

SELECCIÓN DE POEMAS

SOBRE EL AMOR, Pablo de Jerica

Tener con una idea
la mente divertida;
sentir su alma oprimida
con un grato dolor;
mirar a cada instante
su amado bien presente…,
es eso cabalmente
lo que se llama amor.

Dejar triste su amiga;
volver gozoso a hablarle;
y no poder tocarla
sin un violento ardor.
Llamarla a todas horas
mi vida, mi embeleso…,
precisamente es eso
lo que se llama amor.

Hallar un bien cumplido
en un favor ligero;
tener por un mal fiero
cualquier pequeño error,
reír, llorar y hallarse
temiendo y esperando…,
esto es vivir pasando
la enfermedad del amor.

Reñir y hacer las paces,
volver a reñir luego,
mas no encontrar sosiego
hasta querer mejor;
y hallar en tiernos lazos
el premio apetecido…,
esto es y siempre ha sido
lo que se llama amor.

ESTO ES AMOR, Lope de Vega

Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.

AMOR ETERNO, Gustavo Adolfo Bécquer
Podrá nublarse el sol eternamente;
podrá secarse en un instante el mar:
podrá romperse el eje de la tierra
como un débil cristal.
¡Todo sucederá! Podrá la muerte
cubrirme con su fúnebre crespón,
pero jamás en mí podrá apagarse
la llama de tu amor.

VICEVERSA, Mario Benedetti
Tengo miedo de verte
necesidad de verte
esperanza de verte
desazones de verte
tengo ganas de hallarte
preocupación de hallarte
certidumbre de hallarte
pobres dudas de hallarte
tengo urgencia de oírte
alegría de oírte
buena suerte de oírte
y temores de oírte
o sea
resumiendo
estoy jodido
y radiante
quizá más lo primero
que lo segundo
y también
viceversa.

¡OH CUÁL TE ADORO!, Carolina Coronado

¡Oh, cuál te adoro! Con la luz del día
tu nombre invoco, apasionada y triste,
y cuando el cielo en sombras se reviste
aún te llama exaltada el alma mía.
Tú eres el tiempo que mis horas guía,
tú eres la idea que a mi mente asiste,
porque en ti se encuentra cuanto existe,
mi pasión, mi esperanza, mi poesía.

No hay canto que igualar pueda a tu acento
cuando mi amor me cuentas y deliras
revelando la fe de tu contento;
tiemblo a tu voz y tiemblo si me miras,
y quisiera exhalar mi último aliento
abrasada en el aire que respiras.

SI EL HOMBRE PUDIERA..,, Luis Cernuda

Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.

Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido

CUANDO TE NOMBRAN…, Gloria Fuertes

Cuando te nombran, me roban un poquito de tu nombre;
parece mentira que media docena de letras digan tanto.
Mi locura sería deshacer las murallas con tu nombre,
iría pintando todas las paredes,
no quedaría un pozo sin que yo asomara
para decir tu nombre,
ni montaña de piedra
donde yo no gritara
enseñándole al eco
tus seis letras distintas.
Mi locura sería enseñar a las aves a cantarlo,
enseñar a los peces a beberlo,
enseñar a los hombres que no hay nada
como volverme loco y repetir tu nombre.
Mi locura sería olvidarme de todo, de las 22 letras restantes, de los números,
de los libros leídos, de los versos creados.
Saludar con tu nombre.
Pedir pan con tu nombre.
-Siempre dice lo mismo- dirían a mi paso.
Y yo, tan orgullosa, tan feliz, tan campante.
Y me iré al otro mundo con tu nombre en la boca,
a todas las preguntas responderé tu nombre.
Los jueces y los santos no van a entender nada.
Dios me condenaría a decirlo sin parar para siempre.

ME GUSTAS CUANDO CALLAS, Pablo Neruda

Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

POR RINCONES DE AYER, José Agustín Goytisolo
En lugares perdidos
contra toda esperanza
te buscaba.
En ciudades sin nombre
por rincones de ayer
te busqué.
En horas miserables
entre la sombra amarga
te buscaba.
Y cuando el desaliento
me pedía volver
te encontré.

TUS OJOS, Luis Martínez Kleiser

Nunca me dicen tus labios
lo que me dicen tus ojos,
que confiesan tus antojos,
o descubren tus agravios,
que me glosan tu dolor
o me infunden tu alegría,
que me lloran tu agonía
o me inundan de tu amor,

que me alumbran o me ciegan,
me curan o me maltratan,
me acarician o me matan,
me conceden o me niegan;
pero que, siempre locuaces,
me saben contar sinceros
tus exhortos más austeros
y tus sueños más audaces.

Tiene tus ojos el don
de alegrarme, entristecerme,
consolarme y conmoverme;
y es porque tus ojos son
ojos que saben hablar,
ojos que saben reír,
ojos que saben herir
y ojos que saben besar;
ojos que hielan o abrasan
y que, con nieve o con lumbre,
dan o quitan pesadumbre
por donde quiera que pasan…

SOBRE LA FALDA TENÍA, Gustavo Adolfo Bécquer

Sobre la falda tenía
el libro abierto,
en mi mejilla tocaban
sus rizos negros:
no veíamos las letras
ninguno, creo,
mas guardábamos ambos
hondo silencio.

¿Cuánto duró? Ni aun entonces
pude saberlo;
sólo sé que no se oía
más que el aliento,
que apresurado escapaba
del labio seco.
Sólo sé que nos volvimos
los dos a un tiempo
y nuestros ojos se hallaron
y sonó un beso.

TU RISA, Pablo Neruda

Quítame el pan, si quieres,
quítame el aire, pero
no me quites tu risa.

No me quites la rosa,
la lanza que desgranas,
el agua que de pronto
estalla en tu alegría,
la repentina ola
de plata que te nace.

Mi lucha es dura y vuelvo
con los ojos cansados
a veces de haber visto
la tierra que no cambia,
pero al entrar tu risa
sube al cielo buscándome
y abre para mí todas
las puertas de la vida.

Amor mío, en la hora
más oscura desgrana
tu risa, y si de pronto
ves que mi sangre mancha
las piedras de la calle,
ríe, por que tu risa
será para mis manos
como una espada fresca.

Junto al mar en otoño,
tu risa debe alzar
su cascada de espuma,
y en primavera, amor,
quiero tu risa como
la flor que yo esperaba,
la flor azul, la rosa
de mi patria sonora.

Ríete de la noche,
del día, de la luna,
ríete de las calles
torcidas de la isla,
ríete de este torpe
muchacho que te quiere,
pero cuando yo abro
los ojos y los cierro,
cuando mis pasos van,
cuando vuelven mis pasos,
niégame el pan, el aire,
la luz, la primavera,
pero tu risa nunca
porque me moriría.

AUSENCIA, Manuel Machado

No tienes quien te bese
tus labios de grana,
Ni quien tu cintura elástica estreche,
dice tu mirada.

No tienes quien hunda
Las manos amantes
en tu pelo hermoso, y a tus ojos negros
no se asoma nadie.

Dice tu mirada
que de noche, a solas,
suspiras y dices en la sombra tibia
las terribles cosas.
Las cosas de amores
que nadie ha escuchado,
esas que se dicen los que bien se quieren
a eso de las cuatro.

A eso de las cuatro
de la madrugada,
cuando invade un poco de frío la alcoba
y clarea el alba.

Cuando yo me acuesto,
fatigado y solo,
pensando en tus labios de grana, en tu pelo
y en tus ojos negros….

LA FORMA DE QUERER TÚ, Pedro Salinas

La forma de querer tú
es dejarme que te quiera.
El sí con que te me rindes
es el silencio. Tus besos
son ofrecerme los labios
para que los bese yo.
Jamás palabras, abrazos,
me dirán que tú existías,
que me quisiste: Jamás.
Me lo dicen hojas blancas,
mapas, augurios, teléfonos;
tú, no.
Y estoy abrazado a ti
sin preguntarte, de miedo
a que no sea verdad
que tú vives y me quieres.
Y estoy abrazado a ti
sin mirar y sin tocarte.
No vaya a ser que descubra
con preguntas, con caricias,
esa soledad inmensa
de quererte sólo yo.

SI ME LLAMARAS, Pedro Salinas

¡Si me llamaras, sí;
si me llamaras!

Lo dejaría todo,
todo lo tiraría;
los precios, los catálogos,
el azul del océano en los mapas,
los días y sus noches,
los telegramas viejos
y un amor.
Tú que no eres mi amor,
¡si me llamaras!

Y aún espero tu voz:
telescopios abajo,
desde la estrella,
por espejos, por túneles,
por los años bisiestos
puede venir. No sé por dónde.
Desde el prodigio, siempre.
Porque si tú me llamas
-¡si me llamaras, sí; si me llamaras!-
será desde un milagro,
incógnito, sin verlo.
Nunca desde los labios que te beso,
nunca
desde la voz que dice: «No te vayas.»

LA DESPEDIDA, Gerardo Diego
Aquel día -estoy seguro-
me amaste con toda el alma.
Yo no sé por qué sería.
Tal vez porque me marchaba…
-Me vas a olvidar -dijiste-.
Ay, tu ausencia será larga,
y ojos que no ven… -Presente
has de estar siempre en mi alma.

-Ya lo verás cuando vuelva.
Te escribiré muchas cartas.
Adiós, adiós… Me entregaste
tu mano suave y rosada,
y, entre mis dedos, tu mano,
fría de emoción, temblaba.
…Sentí el roce de un anillo
como una promesa vaga…
Yo no me atreví a mirarte,
pero sin verte, notaba
que los ojos dulcemente
se te empañaban las lágrimas.

Me lo decía tu mano
en la mía abandonada,
y aquel estremecimiento
y aquel temblor de tu alma.

Ya nunca más me quisiste
como entonces, muda y pálida.
…Hacía apenas tres días
que eran novias nuestras almas.

RIMA LIII, Gustavo Adolfo Bécquer
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres…
¡esas… no volverán!
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
Pero aquellas, cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día…
¡esas… no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido…; desengáñate,
¡así… no te querrán!

HAGAMOS UN TRATO, Mario Benedetti
Compañera
usted sabe
puede contar
conmigo
no hasta dos
o hasta diez
sino contar
conmigo

si alguna vez
advierte
que la miro a los ojos
y una veta de amor
reconoce en los míos
no alerte sus fusiles
ni piense qué delirio
a pesar de la veta
o tal vez porque existe
usted puede contar
conmigo

si otras veces
me encuentra
huraño sin motivo
no piense qué flojera
igual puede contar
conmigo

pero hagamos un trato
yo quisiera contar
con usted

es tan lindo
saber que usted existe
uno se siente vivo
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos
aunque sea hasta cinco
no ya para que acuda
presurosa en mi auxilio
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo.

DE ALGUNA MANERA, Luis Eduardo Aute
De alguna manera
tendré que olvidarte,
por mucho que quiera
no es fácil, ya sabes,
me faltan las fuerzas,
ha sido muy tarde
y nada más, apenas nada más.

Las noches te acercan
y enredas el aire,
mis labios se secan
e intento besarte.
¡Qué fría es la cera
de un beso de nadie!

Las horas de piedra
parecen cansarse,
y el tiempo se peina
con gesto de amante.
De alguna manera
tendré que olvidarte

POEMA XX, Pablo Neruda
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»
El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
¡Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos!

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

¡Qué importa que mi amor no pudiera guardarla!
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

POEMA DE LA DESPEDIDA, José Ángel Buesa

Te digo adiós y acaso te quiero todavía.
Quizá no ha de olvidarte pero te digo adiós.
No sé si me quisiste… No sé si te quería…
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.

Este cariño triste, y apasionado, y loco,
me lo sembré en el alma para quererte a ti.
No sé si te amé mucho… No sé si te amé poco.
Pero si sé que nunca volveré a amar así.

Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo,
y el corazón me dice que no te olvidaré;
pero, al quedarme solo, sabiendo que te pierdo,
tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.

Te digo adiós, y acaso con esta despedida
mi más hermoso sueño muere dentro de mí…
Pero te digo adiós para toda la vida,
aunque toda la vida siga pensando en ti.

SI TE OLVIDO, Víctor Manuel Miñano

Si te olvido, si un día te vas poco a poco
diluyendo en la sombra, perdiendo los pájaros
de mis ramas, si tu rostro se confunde
con el rostro de la nada, si una mañana me levanto
y ya no estás, simplemente te has ido y ya no vuelves,
amor mío, y no recuerdo tu voz, qué tristeza.

Si acaso –no es posible- olvido que una vez me besaste
los labios, los aplomos y el miedo, dejaste para siempre
tu boca en mi lengua, tu caricia en mi abrazo, el futuro
tuyo en mi pasado. Digo, si olvido que ahora estoy
pensando en ti, en tu cálida brisa, que lloro un poco
todavía en la hora de la siesta, si olvido que te amo,

amor mío, si olvido que te estoy amando, qué muerte
tan poco habitable, qué apática costumbre en los recuerdos me queda.

Sobra olvido hasta en algunos milagros
que hiciste siendo ayer o mañana, sobra olvido
en tu pelo, en tu garganta, en el libro que no quieres abrir para olvidarme. Sobra olvido en las horas que paso
en silencio llamándote.

Si alguna vez te olvido, amor mío, si alguna vez
yo también me entrego al no recuerdo, claudico ante el asombro de otra sonrisa inofensiva. Si alguna vez te amo en otro nombre, déjame que construya, amor mío, mi vivienda para siempre en una habitación de tu memoria.

PUEDE QUE HAYAS OLVIDADO MI VOZ, Víctor Manuel Miñano

Puede que hayas olvidado mi voz,
el hueco de mi barbilla al reírme o la forma
de cogerte las manos debajo de un portal
mientras estaba lloviendo. Puede, y es muy probable,
que hayas olvidado el ruido que hacía mi ropa
al caer en el suelo, que no recuerdes ya la torpeza
cuando cruzaba la calle asustado y tú mirabas
desde tu ventana sonriendo. Yo sé que te has mudado
a un barrio donde el sol no se equivoca de hora,
donde las cortinas existen y nadie les prende fuego
o hace con ellas un avión que no vuela.

Ahora no sabes que estoy hablando de ti y por eso
no amaneces cargada de malos presagios. Cada día
que pasa tengo la sospecha de que es el último
que tengo para verte y en las aceras no aparecen las huellas lentas de tus pies desnudos. Merezco tal vez este silenciopor haber sido un hombre solitario, por quedarme atrapado entre las hojas de un libro con un título muy largo.

Puede que tenga que dejar de decirte que te quiero,
que tenga que arañar con los dientes la niebla que existe ante mis ojos. Pero esta noche creo que sé que tú también me buscas, que sales a la calle vestida para mí
con un poema que te hice. Ahora no sabes que estoy
hablando de ti y por eso agachas la cabeza y tiemblas
un poco antes de que intente abrazarte desde tan lejos
de que pueble tu soledad con un beso tirado a ciegas.

REGLAS DE JUEGO PARA LOS HOMBRES QUE QUIERAN AMAR A MUJERES, Gioconda Belli
(Como este poema es muy largo, puedes elegir estrofas sueltas)
I
El hombre que me ame
deberá saber descorrer las cortinas de la piel,
encontrar la profundidad de mis ojos
y conocer lo que anida en mí,
la golondrina transparente de la ternura.
II
El hombre que me ame
no querrá poseerme como una mercancía,
ni exhibirme como un trofeo de caza,
sabrá estar a mi lado
con el mismo amor
conque yo estaré al lado suyo.
III
El amor del hombre que me ame
será fuerte como los árboles de ceibo,
protector y seguro como ellos,
limpio como una mañana de diciembre.

IV
El hombre que me ame
no dudará de mi sonrisa
ni temerá la abundancia de mi pelo,
respetará la tristeza, el silencio
y con caricias tocará mi vientre como guitarra
para que brote música y alegría
desde el fondo de mi cuerpo.
V
El hombre que me ame
podrá encontrar en mí
la hamaca donde descansar
el pesado fardo de sus preocupaciones,
la amiga con quien compartir sus íntimos secretos,
el lago donde flotar
sin miedo de que el ancla del compromiso
le impida volar cuando se le ocurra ser pájaro.
VI
El hombre que me ame
hará poesía con su vida,
construyendo cada día
con la mirada puesta en el futuro.
VII
Por sobre todas las cosas,
el hombre que me ame
deberá amar al pueblo
no como una abstracta palabra
sacada de la manga,
sino como algo real, concreto,
ante quien rendir homenaje con acciones
y dar la vida si es necesario.
VIII
El hombre que me ame
reconocerá mi rostro en la trinchera
rodilla en tierra me amará
mientras los dos disparamos juntos
contra el enemigo.

IX
El amor de mi hombre
no conocerá el miedo a la entrega,
ni temerá descubrirse ante la magia del enamoramiento
en una plaza llena de multitudes.
Podrá gritar -te quiero-
o hacer rótulos en lo alto de los edificios
proclamando su derecho a sentir
el más hermoso y humano de los sentimientos.
X
El amor de mi hombre
no le huirá a las cocinas,
ni a los pañales del hijo,
será como un viento fresco
llevándose entre nubes de sueño y de pasado,
las debilidades que, por siglos, nos mantuvieron separados
como seres de distinta estatura.
XI
El amor de mi hombre
no querrá rotularme y etiquetarme,
me dará aire, espacio,
alimento para crecer y ser mejor,
como una Revolución
que hace de cada día
el comienzo de una nueva victoria.

ORGULLO, Marwan
Se enamoraron nada más mirarse.
Él venía dolido de otro cuerpo.
Ella creía saber cómo domarlo.
Él resolvió ser distante para gustarle.
Ella que él debía ser quien diera el primer paso.
Ambos esperaron a que fuera el otro quien hablara.
Y así fue el amor más bonito de la historia

que jamás tuvo lugar.

MIENTRAS TÚ EXISTAS, Ángel González

Mientras tú existas,
mientras mi mirada
te busque más allá de las colinas,
mientras nada
me llene el corazón,
si no es tu imagen, y haya
una remota posibilidad de que estés viva
en algún sitio, iluminada
por una luz—cualquiera…
Mientras
yo presienta que eres y te llamas
así, con ese nombre tuyo
tan pequeño,
seguiré como ahora, amada
mía,
transido de distancia,
bajo ese amor que crece y no se muere,
bajo ese amor que sigue y nunca acaba.
ROMANCE DE LA LUNA, LUNA, Federico García Lorca.
A Conchita García Lorca
La luna vino a la fragua
Con su polisón de nardos.
El niño la mira, mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
habrían con tu corazón
collares y anillos blancos.
Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
-Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado.
El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño
tiene los ojos cerrados.
Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.
Cómo canta la zumaya,
¡ay, como canta en el árbol!
por el cielo va la luna
con un niño de la mano.
Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando.

ODA A LAS COSAS, Pablo Neruda
AMO las cosas loca,
locamente.
Me gustan las tenazas,
las tijeras,
adoro
las tazas,
las argollas,
las soperas,
sin hablar, por supuesto,
del sombrero.

Amo
todas las cosas,
no sólo
las supremas,
sino
las
infinita-
mente
chicas,
el dedal,
las espuelas,
los platos,
los floreros.

Ay, alma mía,
hermoso
es el planeta,
lleno
de pipas
por la mano
conducidas
en el humo,
de llaves,
de saleros,
en fin,
todo
lo que se hizo
por la mano del hombre, toda cosa:
las curvas del zapato,
el tejido,
el nuevo nacimiento
del oro
sin la sangre,
los anteojos,
los clavos,
las escobas,
los relojes, las brújulas,
las monedas, la suave
suavidad de las sillas.

Ay cuántas
cosas
puras
ha construido
el hombre:
de lana,
de madera,
de cristal,
de cordeles,
mesas
maravillosas,
navíos, escaleras.

Amo
todas
las cosas,
no porque sean
ardientes
o fragantes,
sino porque
no sé,
porque
este océano es el tuyo,
es el mío:
los botones,
las ruedas,
los pequeños
tesoros
olvidados,
los abanicos en
cuyos plumajes
desvaneció el amor
sus azahares,
las copas, los cuchillos,
las tijeras,
todo tiene
en el mango, en el contorno,
la huella
de unos dedos,
de una remota mano
perdida
en lo más olvidado del olvido.

Yo voy por casas,
calles,
ascensores,
tocando cosas,
divisando objetos
que en secreto ambiciono:
uno porque repica,
otro porque
es tan suave
como la suavidad de una cadera,
otro por su color de agua profunda,
otro por su espesor de terciopelo.

Oh río
irrevocable
de las cosas,
no se dirá
que sólo
amé
los peces,
o las plantas de selva y de pradera,
que no sólo
amé
lo que salta, sube, sobrevive, suspira.
No es verdad:
muchas cosas
me lo dijeron todo.
No sólo me tocaron
o las tocó mi mano,
sino que acompañaron
de tal modo
mi existencia
que conmigo existieron
y fueron para mí tan existentes
que vivieron conmigo media vida
y morirán conmigo media muerte.