RELATOS GANADORES MICRORRELATOS 2022

1º ESO

Seres de mundos distintos

Desde allí se podía ver la playa, en la cual, la arena brillaba como una esmeralda por el fuego del sol. También se observaban niños jugando a la pelota o construyendo castillos de arena y gaviotas comiendo y picoteando lo que encontraban por el camino.

Miles y miles de sombrillas y toallas abarrotaban el paisaje. Entonces, vi que un surfista se aproximaba a mí con un brillo en los ojos que ilusionaría a cualquiera que lo viese. Fue en ese momento cuando me propuse formar la mayor ola que jamás hubiese creado solo para él. 

Cuando su tabla y mi cuerpo se tocaron noté como casi se fusionaban. Para cualquiera hubiese sido un evento normal, pero para mí fue un espectáculo. Hacía tiempo que no veía a nadie disfrutar tanto de mí. Desde entonces, el surfista viene todos los días a por mis maravillosas olas e intenta hablar un poco conmigo, casi como si pudiera.

Magdalena Castillo Laz

2º ESO

Comienza a volar alto

Mary, de camino al instituto, encontró una escoba. Al principio la ignoró, pero conforme se fue acercando, se dio cuenta de que no era una escoba cualquiera. Era de madera oscura, con

toques dorados, y a su alrededor había un aura de colores cálidos y brillantes. Fue entonces cuando se dio cuenta de que lo que se encontraba ante ella era una escoba mágica.

Inspirada por las típicas novelas de fantasía, cogió la escoba, se la colocó entre las piernas y salió volando a una gran velocidad. Sorprendentemente, no se le daba nada mal, pues conseguía llegar muy alto, tanto que podía ver su casa e incluso su vecindario entero.

Fue en ese momento, cuando el interruptor de su cabeza se activó momentáneamente, que se paró a pensar: “¿Cómo estoy volando si yo no sé volar? Espera, yo no sé volar ”.

Instantáneamente, comenzó a caer en picado, y cuando tocó el suelo volvió a estar en ese punto del camino de su instituto donde había aparecido la escoba, con la única diferencia de que esta ya no se encontraba allí.

Iván Aguilar Rubio

3º ESO

Debajo de la cama

Como cada noche, me disponía a darle las buenas noches a mi hijo Pablo. Todas las noches sucedía lo mismo, él siempre tenía la sensación de que había un monstruo debajo de su cama y yo siempre le respondía lo mismo: “Cariño, no hay ningún monstruo debajo de la cama”.

Hoy, lo noté ligeramente extraño, pero pensé que era mi imaginación. Cuando terminé de contarle su cuento favorito, Peter Pan, me pidió que me asegurara de que no había ningún monstruo debajo de la cama y yo, inocentemente, lo hice. Mientras bajaba, creo que vi una tenue sonrisa, aunque algo siniestra, en la cara de mi adorable hijito. Esta vez todo fue diferente, ya que pude distinguir un pequeño cuerpo bajo la cama; me acerqué a ver qué era, pero cuando vi a mi hijo acostado en aquel sucio suelo, aterrorizado, se me pusieron los vellos de punta y más aún cuando escuché esas palabras que con un filo hilo de voz, apenas logró pronunciar: “Papi…creo que…hay alguien diferente…acostado…en mi…cama…”

Alejandro Romero Carrasco

4º ESO

ENCUÉNTRAME

Mery estaba arreglando unos viejos zapatos de tacón en su humilde zapatería hasta que se percató de que le faltaban algunos materiales necesarios. Al salir de su tienda se dio cuenta de que a su izquierda había unos pegajosos monstruos negros, ella echó a correr

cuando de repente apareció de la nada un joven, le dijo que la había estado buscando impacientemente por todas partes, le agarró del brazo y se la llevó volando sin dar ninguna explicación.

A partir de ahí, ellos fueron inseparables durante cinco extensos y bonitos años. Viajaron por el mundo, volando sobre las nubes, mientras se conocían un poquito más cada día y se querían un poquito más cada mes.

Un frío día de invierno, en la ciudad en la que se conocieron, Mery fue a pasear por el pueblo mientras él dormía. Sin darse cuenta la atrapó una extraña trampa. Estaba cayendo en un vacío de oscuridad, hasta que vio una luz, en ella pudo observar a su amado de pequeño, entonces, llevada por la desesperación, le gritó con todas las fuerzas que le quedaban que la buscara hasta encontrarla en el futuro. La luz se esfumó, y ella siguió cayendo en la infinidad hasta que fue ahogada por su desesperación.

Ana Aragón Cerezo 4B

FP

ESCARCHA Y CENIZAS

Érase una vez una pequeña cría de fénix que fue abandonada y acogida por unos golems de hielo.

El pobre ave perdió sus ascuas al ser cuidada entre los más fríos lares, y por tanto también perdió su capacidad de renacer.

Los inviernos pasaban y el fénix crecía, al noveno invierno, su tamaño duplicaba el de los golems, dificultando aún más su mantenimiento debido a la escasez de comida.

El ave observaba como su familia pasaba hambre por alimentarlo pero el sentimiento de tristeza lo invadía, tal fue la pena que a la noche decidió marchar.

El ave volaba surcando los cielos pero al mirar atrás vio una gran roca que parecía ir rumbo a su hogar, al percatarse de ello, el fénix volvió preocupado.

El ave al darse cuenta de la velocidad del cometa, abrió sus grandes alas y abrazó a su familia, tras esto se arrancó una pluma y la dejó caer frente a ellos.

Su familia lo sacrificó todo por él y era el momento de recompensarlos por ello.

Alzando sus alas, se impulsó contra el cometa, haciendo que sus cenizas se esparcieran a través del firmamento, inundando así el cielo con un tsunami de estrellas.

Blas José Anelo López

PROFESORES

¡Te echo de menos!

Escribo alterada por la situación. No quiero contarla porque nadie me creería pero sobre todo, sinceramente, porque lo que no se habla se oculta y con el paso del tiempo se confunde con los sueños.

Tomaba mi té de la tarde; entonces escuché un sonido arriba, pensé que era Mico pero saltó y se acurrucó en mi regazo.

Decidí subir y en mitad de las escaleras percibí tu aroma, ¿cómo es posible que un olor pueda transmitir tanto? Resulta difícil describir los sentimientos de esos momentos, el calor interior, los vellos erizados y las lágrimas amontonadas en mis ojos.

No me atrevía a respirar y levanté despacio la cabeza, acerté a ver una sombra en la puerta de tu habitación. Reaccioné y corrí hacia allí, dejé de percibir tu olor, mis ojos empañados no permitían distinguir nada y entonces la vi, tu foto, tu preferida, en el quicio

de la puerta. Me giré rápidamente, buscándote, pero todo estaba igual, vacío y sin tu presencia. Estruje la fotografía contra mi pecho y seguí llorando en silencio, sabiendo que habías estado aquí, que te había tenido cerca y sintiendo el peso de tu ausencia en mi corazón. 

¡Te echo de menos, mamá!

Carmen Ramírez Fernández